domingo, 4 de mayo de 2014

Carta de indignación a BLU RADIO, programa de la mañana

Ante la indignante e irrespetuosa entrevista que los periodistas del programa de la mañana de BLU radio realizaron al Mayor Taita Guillermo Mavisoy Mutumbajoy, un grupo de ciudadanos han decidido enviar una nota de protesta a la emisora, la cual no ha sido contestada. No recomendamos escuchar la entrevista, pero ponemos el Link para que el lector contraste las fuentes y los puntos de vista que se sostienen en el comunicado: http://goo.gl/WYExaz

Le invitamos a firmar en la sección de comentarios, promoviendo la difusión de la carta en los medios que la emisora BLU radio tiene disponibles (Twiter, Facebook,  mail, etc).

"Por las características de la entrevista, el trato irrespetuoso hacia los abuelos indígenas, las continuas opiniones cargadas de mofa, las imprecisiones continuas, la voluntad de acomodar la realidad a una comprensión unilateral y por la sed amarillista que se advierte en dicho registro, expresamos un sentimiento profundo de indignación y rechazo hacia un trato tan poco profesional por parte de los entrevistadores que atropella a su paso a las culturas ancestrales no solo del Putumayo sino de nuestro país y de América, así como a la humanidad de los sabedores tradicionales de la selva."

Para leer la carta completa, clik en:



Medellín, 01 de mayo de 2014


Señores
Néstor Morales
María Alejandra Villamizar
Felipe Zuleta
Blu Radio
Programa de la Mañana


El día 29 de abril ha sido publicada por ustedes una entrevista a través de bluradio.com a las 9:09 a.m. referente a la reciente muerte del joven británico Jack Henry Miller, ocurrida cerca de Mocoa en el territorio del Putumayo y asociada con la ingesta de la medicina tradicional del yagé. Los entrevistadores, en cabeza de Néstor Morales, contactan al Taita Guillermo Mavisoy Mutumbajoy, de la comunidad Kamëntsá Biyá, vía telefónica, con el fin de obtener información directa de lo sucedido. Por las características de la entrevista, el trato irrespetuoso hacia los abuelos indígenas, las continuas opiniones cargadas de mofa, las imprecisiones continuas, la voluntad de acomodar la realidad a una comprensión unilateral y por la sed amarillista que se advierte en dicho registro, expresamos un sentimiento profundo de indignación y rechazo hacia un trato tan poco profesional por parte de los entrevistadores que atropella a su paso a las culturas ancestrales no solo del Putumayo sino de nuestro país y de América, así como a la humanidad de los sabedores tradicionales de la selva.

Conocemos personalmente al Taita Guillermo; es un hombre humilde, alegre, respetuoso, sabio, experimentado, diligente, servicial, amoroso, con una familia muy hermosa. Es un Taita reconocido en su comunidad y con nombradía en la ciudad de Mocoa, que cuenta con credencial del cabildo, esto es, que ha sido autorizado como médico tradicional, lo cual equivale en nuestro medio a ser titulado como profesional en medicina, y que para ello tuvo que pasar duras pruebas entre sus mayores, particularmente con su maestro siona Taita Francisco Piaguaje. Conocemos asimismo la sagrada medicina en mención. Sabemos por experiencia propia, y por nuestras investigaciones personales, que es una medicina sana, milenaria, eje central de muchas culturas de la Amazonía, bejuco purificador de enfermedades físicas y espirituales, planta maestra digna de respeto, del mismo respeto que merecen los abuelos, y ofende a nuestro aprecio por el abuelo y por la ancestral medicina el tratamiento que se les da en dicha entrevista.

Expresamos además que, como se hace evidente en ella, no existe una comunicación suficiente entre los entrevistadores y los abuelos, pues quedan abismos de comprensión de estos hacia aquellos y viceversa, y condenamos que de esa fuente imprecisa se sugieran conclusiones apabullantes e injustas, que se suman a la creciente epidemia de notas y reportes que hablan del suceso fatal sin respeto por el derecho fundamental a la presunción de inocencia y sin datos concretos y fidedignos, como el reporte por parte de Medicina Legal. Lamentamos la muerte del joven Henry Miller, y pedimos que además se respete su memoria que de paso es atropellada con registros como estos.

Ante ello destacaremos paso por paso los puntos específicos más problemáticos de la entrevista, con el fin de procurar un mínimo de justicia ante el nombre del Taita Guillermo Mavisoy, y en general de los abuelos indígenas, así como con el fin de exigir responsabilidad y decencia frente a los hechos.

1.       Al comienzo de la entrevista afirma el señor Morales que “por algún error, por alguna equivocación, por algo que le sucedió orgánicamente (el joven británico) perdió la vida”. Cabe aclarar: tratándose de un Taita con tanta experiencia como el abuelo Mavisoy hay que sopesar con cuidado afirmaciones de este tipo referidas a un posible error o equivocación en la ceremonia. A partir de lo que hemos compartido con el Taita Guillermo, nos permitimos dudar mucho acerca de esta hipótesis pues siempre hemos constatado que el abuelo suministra la dosis adecuada de yagé, de la misma forma en que lo hace cualquier otro Taita con experticia. Si se conocen verdaderamente las ceremonias de yagé, se sabe que es impreciso e inapropiado decir que un abuelo cometió un error en la toma en el sentido de ofrecer una “sobredosis” por el hecho de que un paciente haya tomado por segunda, por tercera y hasta por cuarta vez. Siempre el abuelo espera un tiempo prudente para hacer otra toma y confirma que el paciente esté en condiciones de recibirla. Por demás, la ingesta de otras tomas parte siempre de la propia motivación del paciente. Hemos constatado que los cuidados con pacientes de edad avanzada o con enfermedades crónicas son extremos y el Taita siempre ofrece una medida adecuada a cada circunstancia particular. En el caso del joven Miller, de 19 años, es, por eso, todavía más impreciso hablar de una “sobredosis” o decir, como afirma el entrevistador, que se le suministró “demasiado yagé”. Si se le pregunta a cualquier otro Taita experimentado, con seguridad diría que ante un caso similar, es decir, el de un paciente de esa edad, lo que haría sería proporcionar una medida normal de yagé, y la “normalidad” es establecida en estos casos por la experiencia y la práctica de los Taitas. Ningún Taita auténtico, como lo es el abuelo Guillermo, cometería la irresponsabilidad de ofrecer una ingesta de yagé u otras plantas que conlleve a la muerte; al contrario, la medicina se suministra para el amor, la vida, la sanación y la armonía. Hay que precisar: como lo dicen insistentemente los Taitas, abuelos sabedores de muchas comunidades indígenas, el yagé en sí mismo no mata.

2.      Las razones que ofrece el Taita Guillermo Mavisoy en la entrevista deben saber leerse. “Usted sabe que cuando a uno le llega el destino, se va porque se va. Primero Dios dejó las estrellas de la muerte”. Esto es expresado por el Taita desde su cosmovisión. Nosotros (y es lo mismo que esperamos de periodistas con un mínimo de profesionalismo y seriedad) debemos aproximarnos hermenéuticamente a una afirmación como esta. Podríamos interpretar lo dicho por el Taita en el sentido de que él procedió con este paciente del mismo modo en que lo ha hecho con innumerables pacientes de manera exitosa en su experiencia de 48 años como médico; pero de las mismas acciones y de los mismos procedimientos se derivó una consecuencia fatal, imprevisible, no intencional. Por eso, lo que querría afirmar el Taita al decir que “fue la voluntad de Dios” es lo que cualquier médico occidental podría decir en un caso equivalente en el que ha tratado a un paciente con toda su experticia y su conocimiento, de la manera adecuada, y sin embargo de ello se ha derivado un evento adverso de consecuencias fatales.

Hay factores con los que hay que tener unos mínimos cuidados (como los hay con todo procedimiento médico corriente). En el caso del yagé pueden mencionarse: consumo de drogas o de bebidas alcohólicas, antecedentes de salud o padecimiento de enfermedades graves, tratamiento con medicamentos que pueden generar fuertes reacciones con el brebaje medicinal (lo que se conoce como interacciones medicamentosas). Y es en este punto en el que entra en juego la responsabilidad del paciente que voluntariamente toma la medicina, responsabilidad que radica en hacer buen uso del yagé. Es por eso que antes de toda ceremonia los pacientes deben hablar con los abuelos, pues hay claras advertencias y cuidados antes de su consumo. Es usual que se sugiera una dieta días antes, tomar mucho líquido, comidas sanas y ligeras; se sugiere también preparar el cuerpo y la mente, no participar de la toma por recreación sino con fines terapéuticos, no tener relaciones sexuales días antes de la ingesta, etc., y esto debería saberlo todo el que toma la medicina. Ahora bien, en numerosas ocasiones hemos escuchado cómo el Taita Guillermo advierte, como lo hacen todos los Taitas, sobre la necesidad de que los pacientes informen sobre enfermedades graves y crónicas, sobre el consumo reciente de medicamentos, drogas o alcohol y sobre el estado de embarazo, circunstancias en las cuales los abuelos evitan dar yagé, suministran una dosis menor o toman en cuenta otros cuidados necesarios.

Frente a todo esto, podemos observar que lo que se revela en esta entrevista es la distancia entre dos cosmovisiones, la propia de los abuelos indígenas y las comunidades indígenas en general, y la occidental, característica de la población mayoritaria de nuestro país. Esta distancia, sin embargo, no debería condenar a la incomunicación y depende finalmente de la actitud que asumamos frente al otro la posibilidad, no de una comprensión total, pero sí de una aproximación más justa y respetuosa a la dimensión del otro. Esto lo decimos también por lo expresado en una parte de la entrevista, donde la otra voz masculina que interviene allí lanza un comentario irónico, tras molestarse de manera sutil por no poder hablar directamente con el Taita, diciendo que quien interviene es un “jefe de prensa” o, después, alguien que “petaquea la entrevista” y los “engaña todo el tiempo” o, como dice más adelante, un “secretario de la comunidad”. No hay tal jefe de prensa, ni tal secretario, ni anidan allí las susodichas intenciones. A quien ustedes se refieren de ese modo irrespetuoso es a un hijo del Taita Mavisoy, quien domina mejor el castellano que su padre y que se da cuenta de que las dificultades que aquel tiene para expresarse ampliamente y con más precisión en esta lengua, que no es su lengua nativa, le impiden una comunicación plena.

Entendemos que es responsabilidad de los medios de comunicación y de los periodistas que propician una entrevista como esta aportar los medios idóneos para que el canal de comunicación sea efectivo, ¿por qué los entrevistadores no se esfuerzan por propiciar esto? Además, el hijo interviene porque se trata de un protocolo de respeto y aclara que el Taita no está siendo buscado (pues tal comentario sugiere sin decirlo que el Taita se esconde). Agréguese que la deferencia por parte del abuelo hacia quienes le hablan es evidente: primero invoca al Padre y la Madre del Cielo (lo cual es ignorado por el señor Morales) para luego hablar de los hechos, es decir que lo que el Taita expresa, aunque quienes lo escuchan no se den cuenta, es que su palabra será diáfana y verdadera.

3.      Inmediatamente después el Taita ofrece las razones de por qué murió el joven, como mencionamos más arriba. Aclaremos lo dicho por el Taita: para todos los hombres, la muerte está escrita. Esta cosmovisión ancestral, de profunda sabiduría, nos recuerda el orden cósmico y el plan divino al que estamos subsumidos. La mayoría de las tradiciones antiguas reconocieron el papel supremo del destino en la vida del hombre. Esto se ha perdido con creces hoy día por muchas razones, y lastimosamente las palabras del señor Morales, por un lado, desconocen este hondable legado, y por otro desnudan la postura del hombre contemporáneo, irrespetuoso de lo divino, abocado al azar y a la falta de destino. El abuelo expresa esto en su cosmovisión, pero nosotros debemos saber comprenderlo.

Sin duda la postura del Taita puede ser “controvertible”, como dice el periodista, para otras formas de pensamiento, pero téngase en cuenta que esta afirmación no delata ningún tipo de cinismo por parte del Taita, ni implica que este quiera simplemente “lavarse las manos”. Como se ha dicho, el Taita Guillermo Mavisoy es un médico tradicional en todo el sentido de la palabra y lo que él dice se enmarca dentro de este contexto de responsabilidad y de la autoridad que le otorga su condición y su experiencia. Cuando “es el día”, incluso un tratamiento menor orientado responsablemente por un médico especialista puede tener un efecto adverso y resultar excepcionalmente en un desenlace fatal.

El yagé es una práctica tradicional de cientos de años que implica mucha experimentación. Incluso según investigadores occidentales, el yagé es una “sustancia” “razonablemente segura”, como lo afirma Vaughan Bell, psicólogo del Instituto de Psiquiatría del King's College de Londres. Son múltiples los estudios que concuerdan en reconocer el valor de la medicina ancestral, valor que poco a poco se va rescatando como lo evidencia el neologismo “enteógeno”, que intenta hacer justicia frente al trato peyorativo e ignorante de la dimensión cultural y simbólica, desde donde se abordan estas y otras “sustancias” por fuera de su contexto.


4.      El yagé no se utiliza con fines lúdicos, como asevera el señor Morales. Ludus, que en latín significa juego, nada tiene que ver con la solemnidad de una ceremonia ritual de yagé. Al contrario: su uso no es un juego, por lo que no es con un fin lúdico que los taitas y las mamas ofrecen su medicina. Insistimos, si los pacientes lo usan con ese fin (y algunos de ellos, a pesar de las advertencias, lo hacen de ese modo) es otra cuestión, cuestión que además sería reprobada por un abuelo. En cambio, sí se ofrece con propósitos terapéuticos, de sanación física y crecimiento espiritual, y los abuelos lo expresan continuamente diciendo que es “remedio sagrado”, “planta maravilla”, lo cual es y ha sido reconocido por muchas comunidades indígenas hasta la actualidad.

5.      Hacia los 8 minutos 19 segundos de la entrevista, comienzan los comentarios que son más reprochables. Cuando el entrevistador principal insiste en la comunicación con el Taita, que hasta ahora ha sido difícil por el lugar donde este se encuentra, a falta de una respuesta, el segundo entrevistador irresponsablemente dice: “tomaron yagé”. ¡Qué falta de respeto! Ese exabrupto es exhalado por una boca sin mesura, como lo irá develando a lo largo de la entrevista. Señor entrevistador: ¿usted es consciente de lo que dice? Ahora bien, ¿con qué derecho alguien sin conciencia se dirige a una autoridad indígena y además toma una posición de burla y de rebajamiento? ¿Por qué no se juzga de ese modo ni se hace tanto escándalo en los medios en la eventualidad en que un paciente muere por la reacción ante un medicamento de farmacia o un procedimiento que se practica en un hospital? ¿Por qué la burla se dirige contra una tradición que el común de la gente desconoce? ¿Qué tenemos contra lo extraño, contra lo otro? ¿Miedo, negación, rechazo? “El espíritu humano tiende a juzgar porque siente, y no porque piensa”, dice el poeta Soares. La inconsciencia revelada en un comentario semejante desnuda mucho de lo que el entrevistador siente, y acaso piensa.

6.      Acto seguido, el señor Morales empata diciendo hacia los 8 minutos 40: “le quedó gustando, creo que la traba es monumental”… Debería hacerse una revisión cuidadosa de quienes asumen el papel de periodistas, pues es de suponer que son profesionales con un mínimo de ética, que, por ello mismo, deberían pulir mucho más su lenguaje. Señor Morales, a uno no le “queda gustando” una medicina como el yagé. Si usted entrevistara a una cantidad suficientemente abonada de personas que han tomado la medicina, de seguro la mayoría le diría que es una experiencia muy dura, y muchos de ellos tendrían temor de volver a hacerlo. ¿Por qué se toma nuevamente, entonces? He aquí una posibilidad tentativa: la “lógica” de la medicina es la lógica de la vida. De muchas experiencias difíciles, el ser humano aprende; a partir de los regaños y castigos, el niño se corrige; del padecimiento físico se nutren muchos deportes, y, asimismo, pruebas espirituales difíciles, a menudo límites, conducen a la transformación del ser humano. Uno vuelve a tomar porque quiere crecer, porque quiere sanar. Ah, y ¿por qué vuelve la gente a donde el médico?, ¿no es porque se enferma?

Pero, volviendo al punto, ese comentario, en su simpleza, está lejos de ser verdadero, pues a uno no le queda gustando el yagé, sin más, como a nadie le queda gustando el acetaminofén. Solo que, a diferencia de este, el yagé es honrado y bendecido justamente porque, como saben los Taitas, en él está el espíritu vivo de la Madre Selva, la fuente de sanación de enfermedades, y quien retorna quiere el bien para sí y para los otros. Muchas personas toman yagé, ¿por qué si es tan difícil? Porque muchas veces lo que es bueno se encuentra atravesando el camino empedrado. ¿Por qué no se publican con mayor amplitud, como la que ha tenido la lamentable noticia que nos ocupa, la cantidad de experiencias de personas que han sido sanadas gracias al yagé y a otras plantas conocidas por los taitas de enfermedades terminales que eran un reto para la medicina occidental? ¿Por qué el yagé ha sanado tantos casos de drogadicción? Es bueno indagar por estas cuestiones que suelen pasar inadvertidas.

7.      Agréguese a lo anterior que no se trata de una “traba”. Trabar tiene el sentido de enredar, triscar, estorbar, impedir el flujo o desenvolvimiento de algo. El sustantivo habla de ese estado de unión disarmónica de cosas distintas —para el caso del estado psíquico, de emociones o pensamientos—. De ninguna manera es el caso del yagé. Esta medicina antigua ha sido llamada “vino sagrado”, “sangre de Dios”, “liana de saber”, “espejo del alma”, epítetos que confluyen, apoyando lo que dice el Taita, en la claridad, el despejamiento de la mente y el conocimiento: “el yagé despierta la mente”, dice el Mayor. Pero desde nuestra percepción de las cosas, hablar exteriormente de una experiencia de este tipo, tratar de entenderla sin vivirla, es a menudo malinterpretarla, mutilarla y finalmente desconocerla. El yagé se mueve en el orden de lo sagrado, orden que, por lo demás, resulta innombrable y que para la formación del hombre actual es insostenible, irrazonable y objeto de rechazo. Por lo que el término “traba”, que suele decirse desde una postura peyorativa del estado de algunas drogas psicoactivas, es un epíteto injusto, bajo e inapropiado para hablar de la medicina ritual del yagé, además de irresponsable e irrespetuoso dicho en los términos en que fue expresado. A esto se agrega que la voz femenina y algo sensata que interviene para ofrecer una puerta de posible acceso a su comprensión es acallada por la voz burlesca, impositiva e hilarante del señor Morales, quien cierra diciendo que es una “traba” y punto. “Es la manera más elegante que he oído en mi vida de una traba”, dice el otro, tras carcajadas, mientras el abuelo está en la línea. Esto es falta de conciencia o, peor, burla consciente entre los que se llaman “profesionales”. La mujer insiste en que “traba lleva a algo así como un viaje de divertimento, y la gente no se lo toma así”, en lo cual tiene razón, pero esta idea es rechazada en medio de mofas ofensivas.

8.      Hacia los 10 minutos, la imprudencia del entrevistador llega al colmo al plantearle al abuelo una frase tendenciosa, una pregunta que no tenía evidentemente propósitos sanos: “Taita: el yagé lo lleva (risas)… a otro nivel de la vida para una reflexión espiritual, ¿es algo así?” Exigimos que el señor Morales ofrezca disculpas a la comunidad Kamëntsá Biyá, al abuelo Guillermo y sus allegados por las ofensas en este punto. No podemos permitir que se juegue de ese modo con la seriedad de los abuelos, quienes, en su bondad, se abren a la verdad. ¿Qué clase de pregunta es esa, dirigida a un abuelo sanador? ¿Con qué intención se hace? Y, además, ¿qué pregunta la pregunta? El abuelo, o cualquiera, queda en ascuas ante tamaña sandez, y sin embargo, puesto que allí se menciona el estado espiritual, el abuelo asiente desde lo que ha podido comprender. Los abuelos no deben ser tratados como tontos por encima de los cuales se pasa.

9.      La desinformación se hace evidente cuando se plantea la siguiente pregunta: “¿El yagé, Taita, es lo mismo que se llaman los hongos mágicos?”. El abuelo aclara que el yagé “pone conocimientos” y limpia el cuerpo y cura enfermedades; no tiene relación, pues, ni con el ácido lisérgico, ni con los hongos sagrados (que también son usados ritualmente por comunidades indígenas de Mesoamérica y que, como se sabrá, provienen de lugares muy diferentes con usos extraños a esta medicina). Si al menos se hubiera ojeado Wikipedia, se sabría que el ácido lisérgico es semisintético de origen no tradicional. Estas preguntas revelan la falta de contexto, la desinformación que lleva a considerar que si bien en una entrevista se espera que el entrevistado aclare ciertos puntos a partir de las preguntas que se formulan, el entrevistador tiene el deber de documentarse con el fin de plantear preguntas pertinentes.


10.   Una claridad más: el dinero que se “paga” por el consumo de la medicina (que sería más apropiado decir se aporta, pues no se trata de negocio como muchos quieren hacerlo ver, no al menos con los auténticos sabedores) es una retribución justa por el tratamiento terapéutico. En esa comunidad, el aporte gira alrededor de los 40 o 60 mil pesos, como en muchas otras. Este aporte se da porque los abuelos trabajan duramente en la selva para obtener la sagrada medicina. Lleva días de cuidados, cosecha, consecución de leña, cocina, rezo, y otras prácticas que se reservan para finalmente obtener algunos litros de yagé, los cuales servirán para una o unas pocas noches. Visto así, es un pago justo por un trabajo que hacen los abuelos. Es de su sudor de donde obtienen esa compensación, que no acaba allí, porque los abuelos también trabajan toda la noche de ceremonia cuidando a sus pacientes con cantos, sanaciones, rezos y otras prácticas que se incluyen. El abuelo o la abuela se hace responsable de sus pacientes y vela por ellos durante la ceremonia.

11.    Los abuelos no hacen “turismo” o no se aprovechan del turismo con la medicina. Como él mismo lo aclara, ellos no invitan a nadie a tomar. De oídas, muchos llegan allí con propósitos profundos y personales de sanación. Resulta inmanejable que muchos turistas lo conviertan en turismo, y esto, por supuesto, no es responsabilidad de los abuelos. No hay un acuerdo con nadie, como lo hacen las empresas de comercio y de consumo masivo, para atraer “clientela”. La familia del abuelo Mavisoy es conocida y respetada en Mocoa, por lo que muchos recomiendan, a quienes buscan sanar, subir a su resguardo en medio de la selva. Súmese a esto que no todos los días se realizan ceremonias. En la semana comúnmente se practican varias, pero es relativa la cantidad de gente que llega. Frecuentemente los abuelos dejan varias noches para descansar. Se sabe que en ciertos periodos del año los abuelos trabajan todos los días en ceremonia, y que en algunos de ellos, incluso, como es propio de su tradición, reparten sin costo alguno la medicina, como una ofrenda que ellos hacen de modo altruista a todo aquel que lo necesite. Se sabe que en otras casas de sanación, se han congregado hasta más de cien personas para tomar yagé. Esto, si bien no es común, puede ocurrir cada año, pero no por ello se debe juzgar que los propósitos de estos encuentros masivos son lucrativos; no hay una relación causal allí como se quiere ver. La idea de que se trata de una práctica meramente lucrativa se ha derivado de actos irresponsables de personas advenedizas que conciben erróneamente el yagé como una oportunidad de negocio, situación que no corresponde con las enseñanzas siempre impartidas por la tradición. Esto no hay que desconocerlo, pero sí distinguirlo, y no enjuiciar de buenas a primeras con un arsenal de críticas cuando tiene lugar un hecho como el del joven Miller. La prudencia nos exige mirar con claridad y de manera apropiada, diciendo la palabra justa.


12.   Del mismo modo, para aclarar la duda del señor Morales sobre la reacción del yagé, hay que decir que cada organismo es distinto como afirma el abuelo, y no solo eso: el estado general, las condiciones del medio, el estar sometido a largos viajes, la alimentación del paciente, su modo de vida, su procedencia, incluso su estado emocional y mental influyen en la toma. Hay a quienes la medicina les produce mareos, diarrea, tos. Lo común es el vómito, aunque existen situaciones excepcionales, como en todo, donde los pacientes no vomitan. Así pues, no hay una palabra final sobre las reacciones de la medicina; permanece, como lo sagrado, en un sano misterio, trabaja en lo profundo, en la gran Inconsciencia de nuestro ser, la Matriz universal e innombrable de la cual estamos tejidos, el Mana del que estamos bordados en la luz inefable.

El informe “científico” que afirma, según cita del señor Morales, que “quien consume Yagé vomita descontroladamente durante horas” es impreciso. Los vómitos sí suceden, pero no durante horas. El proceso de sanación interior, en cambio, sí puede durar horas, pero frecuentemente el vómito viene tras un malestar fisiológico cuyo tiempo es relativamente corto. En esa purga el cuerpo se limpia de muchas suciedades físicas, mentales, emocionales, tras lo cual viene la comprensión.

Cabe preguntar: ¿de dónde saca el señor Morales ese informe? ¿Lo cita literalmente? ¿Por qué no nos dice quién es el científico o la investigación que lo plantea y en qué contexto? Ahora, con todo respeto con la comunidad científica, para conocer el profundo sentido de la planta, los estudios son insuficientes. El método científico occidental, que trabaja a partir de la evidencia, se queda corto para tocar los puntos esenciales que acontecen fundamentalmente en el ámbito de lo indemostrable y no por ello irreal: la espiritualidad. Un ejemplo simple de ello es el hecho de que nuestra conciencia no se reduce a la mera composición atómica, molecular, química y fisiológica del cerebro humano: por supuesto, ella trasciende a su estructura. Por lo que tal vez por esta vía nunca tengamos acceso completo a la comprensión del yagé, porque con el yagé se aprende tomando con mucho respeto, más que evaluando desde un laboratorio, donde se “conoce” un horizonte muy limitado y borroso.

13.   Finalmente, llama la atención que, como se afirma hacia el final de la entrevista, los medios europeos mantengan una mirada curiosa frente al tema, y hasta ahora, que se sepa, no han caído en el irrespeto y la mofa de algunos entrevistadores locales, lo cual es una muestra más de nuestras falencias.


El yagé, la medicina que nos muestra lo que limpiamos, planta maravillosa de la Amazonía en que la conciencia de la Madre Tierra nos habla en su propio lenguaje, planta maestra y rectora, planta de sabiduría, no es una droga ni mata. Ninguna sabiduría que se precie de serlo verdaderamente actuará para el mal; al contrario, todo lo que es de origen sabio propende por el bien y la armonía.
Frente a lo anteriormente expuesto, reiteramos nuestro sentimiento de rechazo a publicaciones desconsideradas como esta y exigimos respeto a las tradiciones ancestrales que, contrariamente a la información que suministran medios como Blu Radio, nos han enseñado el arte de vivir, y han sanado y siguen limpiando y armonizando muchas de las dificultades de los que nos acercamos con propósitos sanos a ellas. Invitamos a que estas problemáticas se miren con la objetividad justa a fin de evitar malentendidos y de no alimentar más la sed amarillista de muchos.
Exigimos asimismo una rectificación adecuada y que se le ofrezcan disculpas públicas al Taita GUILLERMO MAVISOY MUTUMBAJOY, así como a tantas personas que asumimos este camino como propio, aun sin ser nativos indígenas, por el maltrato y la falta de ética y de profesionalismo con que fue conducida la entrevista, en las mismas condiciones y el horario en que esta se publicó.

Atentamente,

Santiago Andrés Duque Cano
Filósofo - Estudiante de Maestría en Filosofía, U. de A.- Docente
Teléfonos: 313 716 12 97 – 454 60 65
Correo electrónico: santiagoduque7@gmail.com


Juan Fernando Rivera Muriel
Filósofo -Estudiante de Maestría en
Filosofía, U. de A.

Simón Trujillo Montoya
Médico y Cirujano - R 2 de Medicina Interna
Medellín

Silvia Nicté Villatoro Rodríguez
Médica y Cirujana
Medellín

María Patricia Ramírez Calvo
Bogotá
Esteban Duque Serna
Tecnólogo en Electrónica y
Estudiante de Ingeniería Electrónica
Medellín
Julián Camilo Ospina Saldarriaga
Filósofo
Medellín


José Luis Aristizábal Soto
Contador Público
Medellín

Camilo Betancur Echeverry
Periodista
Medellín

Sergio Alejandro Henao Ramírez
Estudiante de Licenciatura en Filosofía
Medellín

Vanessa Delgado Villegas
Estudiante de Medicina Veterinaria
Medellín

Andrea Carrillo Lozada
Estudiante de  Filosofía
Medellín

Andrés Felipe Arenas Herrera
Docente de Inglés
Medellín

Jair Daniel Pérez Hoyos
Docente de Lenguas Extranjeras 
Medellín

Denis Lucía Carvajal Sánchez
Medellín

Héctor Alirio Ortiz Jiménez
Contador Público
Bogotá

Juan Carlos Rodríguez Hernández
Bogotá
Pedro Pablo Orjuela Bello
Bogotá
Cristian David Palacio Granada
Estudiante de Tecnología en Artes Dramáticas
Medellín

Lucía Toro Ochoa
Bogotá
Nelson Francisco Triana Nova
Bogotá

Luis Alejando Dávila Zambrano
Maestro en Artes Visuales
Pasto

Giovanna Patricia Criollo Delgado 
Lic. en Educación Especial
Pasto

Maria Alejandra Arenas Herrera
Gestora de Costos y Presupuestos
Medellín

Federico Franco Castro
Pereira

Iván Rodríguez Valencia
Abogado
Pasto

Boris Delgado Hernández
Psicólogo
Pasto

Luisa Fernanda Bacca
Abogada
Pasto

Johana Mercedes Villota
Pasto 
Daniel Martín Henao
Pasto
Luis Alberto Delgado Villamarin
Lic. Artes visuales
Pasto


Ximena Ordóñez Rosero
Ingeniera industrial
Pasto
Edna Carolina Díaz Velásquez
Estudiante de Relaciones Internacionales y estudios políticos
Bogota

Laura Tatiana Ortega Pedraza
Estudiante de Biología
Bucaramanga
Erika Torres Higuera
Bióloga
Centro Cultural Ciudad Blanca
Bogotá

Cristian Andrés Oliveros
Estudiante de química, investigador CROM-MASS
Bucaramanga
Clarena Marín Trujillo
Comunicadora Social
Cali

Sandra Milena Molina
Psicóloga
Pasto
Nombre: Tomás López
Biólogo Marino, estudiante de posgrado
Cancún, México

Carolina Lovera
Cajica
Adriana Vergara Salazar
Antropóloga
Docente Uniminuto
Cosultora Ciet ( Centro de Estudios e Investigaciones  Etnograficas)
Bogotá

Juan Camilo Restrepo Giraldo
Terapeuta Holístico,
Medellín, Colombia
Christian David Beltran
estudiante de antropología



Eric van den HOVE
Abogado















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